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Irma Yolanda Cruz Santiago



Nació el 22 de enero de 1957 en San Francisco Nuxana, Oaxaca. Cuando tenía tres años la familia migró a la Ciudad de México. No fue al kínder, entró directamente a primaria y luego pasó a secundaria sin reprobar ninguna materia.

Le costó acostumbrase a la capital, sus familiares dicen que “no se hallaba”. Extrañaba la tranquilidad del campo. En Oaxaca jugaba con piedritas y flores, en la ciudad con muñecas y con un cuaderno y un lápiz, dibujaba y escribía. Siempre iba cuando sus compañeritas la invitaban a jugar.

Su mamá, Reina, recuerda que Irma Yolanda le ayudaba desde que era chica. Colaboraba en las tareas de hogar, cuidaba a sus hermanitos, lavaba ropa y trastes. Empezó a cocinar y aunque no lo hacía muy bien, siempre intentaba las cosas. Un día hizo buñuelos y se le quemaron.

Es la cuarta hija de la familia Cruz Santiago, tiene tres hermanos. Su familia la define como una muchacha alegre, amable y reservada. Dicen que le gustaba leer y escribir, hacía sus tareas durante la noche y era una muchacha sobresaliente que siempre orientaba a quien tuviera alguna una duda, una pregunta.

Recuerdan que Irma Yolanda siempre fue solidaria y que tuvo la inquietud de luchar para que este mundo fuera más justo. Leía a Trotsky y a Marx. Tenía la intención de ingresar a la Escuela Normal Superior para ser maestra.

Comenzó a trabajar en una fábrica y allí conoció a Maximino. Se enamoraron, formaron pareja. Fue un día domingo, un día del padre, cuando se fueron a vivir juntos.

A la par de sus actividades laborales asistía a reuniones en un lugar conocido como “la anexa”, donde ayudaba a niños y mujeres. Les enseñaba a organizarse, a luchar, y se había involucrado en la lucha política. “Salía muy temprano -relata su mamá, Reina-. Se preparaba una torta y se iba a sus actividades”. Aunque no contaba en la casa acerca de sus actividades políticas, porque no quería preocupar a la familia, una vez sus vecinos la vieron pegando propaganda en el trolebús. A veces comentaba a sus hermanas sobre los secuestros que el gobierno hacía, por ejemplo la detención de la familia Tecla.

El 1 de junio de 1977, un grupo de hombres secuestró a una de las hermanas de Irma Yolanda. Se la llevaron en la vía pública, cuando esperaba el camión para ir a trabajar. La subieron a una camioneta, la tiraron en el piso, la golpearon y torturaron para que dijera dónde estaba su hermana. La llevaron a un cuarto con techo y paredes pintadas de color negro, encima una lámpara grande. Ella recuerda que se oían muchos gritos de otras personas y que durante el interrogatorio uno de los torturadores le decía “hija, pláticales de tu hermana, qué lee, dónde está”, con un tono de falsa amabilidad. Le mostraron un folder con fotografías de Irma Yolanda y de su pareja, Maximino. La amenazaban con ir a casa de su madre.

Fue liberada y después capturaron a Maximino e Irma Yolanda. Su madre, Reina Santiago, empezó a buscarlos a ambos en hospitales y cárceles; en una prisión le dijeron que en algún momento sí había estado su hija pero que ya no sabían de ella. Reina anduvo mucho tiempo peregrinando sola.

En 1984 supo de la existencia del Comité ¡Eureka! en 1984, conoció a Rosario Ibarra de Piedra y de inmediato se sumó al grupo de otras madres quienes, como ella, exigían por la presentación de sus hijos y de todos los desaparecidos. Se incorporó al comité durante una huelga de hambre. Anduvo con las demás Doñas por décadas en protestas, entrevistas y muchos esfuerzos que realizaron por todo el país. Recuerda haber viajado a exigir por los desaparecidos en Culiacán, Monterrey, Guadalajara, Puebla, Chihuahua, El Paso, Ciudad Juárez y Chiapas, entre otros lugares del país.

“A mi hija no se la llevo un muchacho, la corrimos o algo así, la desapareció el gobierno”, dice doña Reina. Y no sólo reclama por Irma Eréndira, siempre carga también la foto de su pareja, Maximino: “a los dos los ando buscando. Hay que salir a protestar para que ya no haya más desaparecidos, para que ya no los desaparezcan. Somos las que empezamos la lucha y que sigan como un ejemplo, como una cosa que les estamos dejando, para que las madres no se queden nada más en un rincón de la casa, que salgan a luchar”.

Cuando la desaparecieron, Irma Yolanda tenía 19 años.

No olvidamos. ¡Viva se la llevaron, viva la queremos!

NI PERDÓN NI OLVIDO

JUICIO Y CASTIGO

H.I.J.O.S. MÉXICO








Nos faltan a todxs






       

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