|
Rafael Ramírez Duarte
Creció en el campo pero también hizo su vida en la ciudad y era un poco de cada parte. Rafael Ramírez Duarte nació en 1948 en Zirándaro, estado de Guerrero; en Tierra Caliente, esa zona donde se cruzan tres estados.
Allá creció cultivando ajonjolí y cuidando el ganado que tenía su padre, mirando de cerca la pobreza y explotación que sufren millones de campesinos mexicanos. A sus 21 años se mudó a la capital del país, a la Ciudad de México, donde estudió en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Azcapotzalco y en la Facultad de Economía de la UNAM.
Era de los dos lugares, sabía labrar la tierra y leer a Marx.
Rafael llegó a la capital junto a uno de sus hermanos pero poco a poco fue trayéndose a los demás hasta que estuvieron todos juntos. Estudiaba y trabajaba, era obrero y estudiante. Trabajó en la Cervecería Modelo y también en Cereales Industrializados S.A. En las dos fábricas fue querido por sus compañeros, le reconocían su calidez humana, su sensibilidad y su espíritu de lucha. También por esos días trabajó en un Kinder, en Ciudad Nezahualcóyotl.
Eran tiempos de rebeldía y deseos de cambiar al mundo, de terminar con las injusticias. Rafael decidió involucrarse y se unió a la Liga Comunista 23 de septiembre. También participó en el Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR). En su diario escribió lo ocurrido el 10 de junio de 1971, el día del llamado Halconazo, porque estuvo ahí durante la represión y masacre de al menos 120 estudiantes por un grupo paramilitar estatal conocido como Los Halcones.
En 1972 conoció a Sara. Se enamoraron, se hicieron novios y comenzaron una vida juntos. No fue un noviazgo convencional: sus salidas no eran ir al cine porque Rafael destinaba su dinero a pagar uniformes y gastos de sus hermanos pero también porque tomaba los fines de semana para visitar a presos por razones políticas. Los paseos de novios de Rafael y Sara eran ir a la cárcel de Lecumberri. A veces también a leer libros en el Bosque de Chapultepec.
En 1976 nació Pável, su primer hijo. Sara recuerda que Rafael lo besaba una y otra vez; lo besaba sin parar y con una sonrisa inmensa. La enfermera lo regañó pero a él no le importó, siguió besando a su hijo. Sus familiares pensaban que se estaba volviendo loco porque nunca lo habían visto así. Al año siguiente supieron que la familia seguiría creciendo, Sara estaba embarazada y tendrían una niña. Rafael estaba feliz: cuando llegaba de trabajar le hablaba a la panza de Sara por largos ratos, le hablaba a su hija, y eligió su nombre, Tania.
Rafael era el consentido en la casa de sus suegros. Lavaba los platos, participaba en las labores domésticas y era amable con todos, siempre dispuesto a platicar. A veces pasaba por su suegro a su trabajo, en su jeep. Usaba huaraches, botas y zapatos tipo botín. Nunca vestía playeras, prefería las camisas y casi siempre de colores claros.
Le gustaba trepar y montar a caballo: era bueno en eso. Le gustaba participar en lo que lo invitaran aunque no supiera hacerlo muy bien, como bailar y jugar al fútbol. Tomaba café y agua en un pocillito de peltre azul. Le gustaba mucho leer.
El 9 de junio de 1977, el Estado mexicano secuestró a Rafael en alguna calle del Distrito Federal. El mismo día secuestraron a otros dos hermanos y al día siguiente a su cuñada María de los Ángeles, esposa de Juan Manuel, “El Bolchevique”. El 8 habían hecho lo mismo con uno de sus hermanos y un primo. En tres días la Brigada Blanca, al mando de Miguel Nazar Haro se llevó a seis miembros de la familia sin orden de aprehensión y sin respetar ningún tipo de garantía procesal ni sus derechos humanos: fueron desaparecidos. Días posteriores dejaron libres a todos menos a María de los Ángeles y a Rafael y al preguntar si también saldrían, les contestaron: "no, Rafael es un hombre que tiene ideas peligrosas". María de los Ángeles y Juan Manuel eran también militantes de la Liga Comunista 23 de Septiembre.
El 9 de junio, por la tarde, cerca de veinte individuos entraron a la casa de su madre, cuando les preguntó qué querían, le mostraron sus metralletas, después de hurgar donde quisieron, se llevaron las fotografías de la boda de sus hijos Rafael y Juan Manuel. Al día siguiente, en una llamada telefónica anónima, le dijeron a Sara: "Sabemos que estás embarazada. Si quieres que tu hijo nazca, vete de la ciudad, tenemos tu fotografía, tu esposo es un hombre peligroso".
El 11 de junio Rafael cumplió 29 años dentro de una cárcel clandestina que funcionaba en el Campo Militar número 1. En ese lugar él y sus familiares fueron torturados salvajemente por Miguel Nazar Haro, unos frente a otros y durante días. Algunos fueron liberados, amenazados de muerte. Rafael no salió libre, varios testimonios coinciden en que se le vio por última vez en en esa cárcel clandestina. Lo vieron flaco, muy golpeado y con una costilla rota a causa de las torturas, pero vivo meses después de ser desaparecido. Su hermano Juan Manuel fue acribillado meses después cerca del Mercado de los Electricistas, en Azcapotzalco. Su cuñada, María de los Ángeles, fue liberada en octubre del mismo año y fue inmediatamente hospitalizada: murió tres meses después a causa de las terribles torturas a que fue sometida. Tenía 20 años.
En cuanto su familia supo que lo tenían preso en esa cárcel clandestina, su mamá, Delia Duarte, inició con desesperación su búsqueda y al coincidir con otras madres en las mismas condiciones de sus hijos, se unieron y días después fueron parte de lo que ahora es el Comité Eureka, participó siempre con entusiasmo y mucha responsabilidad. Era de las madres que además de cumplir con las tareas en su casa, cumplía con las acciones del Comité. Fue una de madres que participó en la primera huelga de hambre de Eureka, también en ayuno. Hacía mantas con la exigencia de presentación de todos los desaparecidos que se llevaban en marchas y manifestaciones. Conoció a algunas Madres de Plaza de Mayo y mantenía correspondencia con ellas. Falleció con el dolor de no haber podido abrazar a su hijo.
Rafael Ramírez Duarte sigue desaparecido desde aquel 9 de junio de 1977. En octubre del mismo año nació su hija Tania. Rafael no la conoce ni tampoco sabe que ya tiene un nieto y que se llama Teo.
Sara, Pável, Tania y Teo lo siguen buscando, siguen exigiendo juicio y castigo a los responsables de su desaparición, y que el Estado mexicano diga dónde está.
No olvidamos. ¡Vivo se lo llevaron, vivo lo queremos!
NI PERDÓN NI OLVIDO
JUICIO Y CASTIGO
H.I.J.O.S. MÉXICO
Nos faltan a todxs

|
|