|
Valentín Fernández Zamora
Nació un 14 de febrero de 1953 Tecamachalco, estado de Puebla, donde todos le decían Vale. Es el quinto de diez hijos. Sus familiares cuentan que cuando niño era algo gordito, con cabello chino, y les gustaba acariciarle la cabeza.
Cuando cursaba jardín de niños y primaria destacó haciendo manualidades -su madre guardaba algunos de esos trabajos como borreguitos dibujados en cartón y rellenados con lana-. También participó en bailables y eventos culturales.
Le gustaba bailar, jugar canicas, volados, a la pelota y al toro. No tenía bicicleta pero como el patio de su casa era grande, muchos vecinos guardaban allí las suyas. Valentín y sus hermanos las usaban de a ratos.
Cursó la secundaria en la escuela Manuel Ávila Camacho. Al terminar, junto a uno de sus hermanos se mudó a Villa de las Flores, Coacalco, Estado de México, donde trabajó y estudió. Después se mudó nuevamente, se fue a la capital del país y vivió en la casa de estudiantes de Puebla mientras estudiaba en la Preparatoria Popular de Tacuba.
Valentín Vendía libros para ganarse la vida. Ponía un puesto en la Escuela Superior de Economía, entre otras instituciones académicas.
Corrían los agitados años setenta cuando Valentín cursaba en esa prepa de ideas libertarias. El país padecía inflación creciente y estaba sumergido en una crisis que se dejaba ver en las calles: sólo en 1977 estallaron 399 huelgas y en 1978 ya eran 512. Valentín era sensible a los problemas sociales, las luchas de obreros y estudiantes de esos tiempos.
No fue indiferente, se involucró. Participó de movimientos populares del estado de Puebla como la unión Campesina Independiente y la Unión Popular de Vendedores Ambulantes. También en la capital fue miembro activo de la Casa de Estudiantes de Puebla, donde vivía.
Fue dirigente estudiantil en el Consejo Nacional de Casas de Estudiantes de Provincia y uno de los líderes en la exigencia al gobierno de Puebla para que mantuviera los subsidios económicos que garantizaran funcionamiento, alimentos y mobiliario para los jóvenes que como él emigraban en busca de estudios y mejores oportunidades de futuro.
Entre muchas protestas, participó de una huelga de hambre con la cual lograron que el entonces gobernador Alfredo Toxqui Fernández comprara el edificio de calle Ricarte número 580, colonia Lindavista. Consiguieron así estabilidad para los estudiantes de entonces pero también mantener una oportunidad de un techo y un alimento que aún persiste, que ha cobijado a cientos de estudiantes poblanos desde entonces.
A sus 25 años de edad, Valentín era militante social, estudiante y trabajador. Era docente en la Preparatoria Popular Tacuba al mismo tiempo que estudiaba la carrera de Antropología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
El 30 de septiembre de 1978 a las 11 de la mañana un grupo de hombres armados y vestidos de civil se llevó a Valentín de la casa de sus padres en Tecamachalco, Puebla, donde estaba de visita. Valentín estaba dentro del domicilio, en avenida Juárez número 701. Estaba sentado platicando con un albañil cuando entraron dos hombres vestidos de civil. Uno de ellos preguntó: “¿Vive aquí Valentín Fernández?” Y él contestó: “No aquí no vive”. Ese mismo hombre dijo al otro: “trailo”, hizo una señal y otros que se encontraban afuera entraron con una persona que traían custodiando. El mismo hombre que preguntó por Valentín dijo entonces: “¿él es Valentín?”, otro de los hombres armados repitió la pregunta y la persona que llevaban contestó tímidamente “sí, es él”. Era un hombre demacrado, pálido, cabizbajo, claramente obligado a contestar. “¿No que no eras?”, le dijo a Valentín el primero en hablar, y siguió: “vamos a platicar allá afuera”. Le respondió “podemos platicar aquí adentro” y entonces el hombre ordenó “nos acompañas”. Se negó Valentín pero lo sacaron de la casa por la fuerza, sujetándolo por los brazos. Lo subieron a un carro negro que se encontraba estacionado frente a la casa y lo sentaron en la parte de atrás en medio de los dos primeros hombres que entraron. Enseguida metieron a la otra persona que llevaban a un carro rojo que estaba estacionado también enfrente e igualmente lo sentaron en medio. Los demás hombres abordaron un carro azul.
Eran tres autos modelo Impala, sin placas. Quienes los conducían y se llevaron a Valentín eran integrantes de la Brigada Blanca, grupo paramilitar que dependía de la Dirección Federal de Seguridad, la DFS, que a su vez dependía de la Secretaría de Gobernación.
Ese mismo día, a las 3 de la tarde, los hombres de la Brigada Blanca volvieron a la casa de la familia Fernández Zamora. Llevaban consigo a Valentín pero ya no estaba igual: tenía la cara hinchada, marcas de golpes en el rostro y las muñecas rojas, heridas. Su mano izquierda le colgaba, el hueso parecía zafado, y se tomaba el estómago con dolor. Era evidente que lo habían golpeado.
“El dinero que les traía no era dinero mal habido, fue de nuestro trabajo, de mi hermano y mío”, alcanzó a decirles a sus padres antes de ser desaparecido. “No he hecho nada malo pero me llevan porque quieren que entregue a una persona que dicen está ligada con la Liga 23 de septiembre”.
Semanas antes, Valentín Fernández Zamora había apoyado la huelga de hambre que el 28 de agosto de 1978 realizaron las madres y familiares de desaparecidos políticos en las puertas de la Catedral, en la capital del país. Valentín estuvo presente, participó en esa primera protesta en la historia de México para exigir por desparecidos.
En el año 2001, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos concluyó que está debidamente acreditado que Valentín fue desaparecido por el Estado Mexicano. En su recomendación 26/2001 citó y reprodujo documentos oficiales que demuestran fue víctima de una detención arbitraria y posterior desaparición por parte de la Brigada Blanca, que en ese tiempo respondía a Miguel Nazar Haro.
Ninguno de los responsables ha sido juzgado, todos están impunes.
Cuando se lo llevaron, Valentín tenía 25 años de edad. Cuando se lo llevaron, Valentín iba a ser papá pero no lo sabía. Su hijo nació en su ausencia y también lo espera de regreso.
No olvidamos. ¡Vivo se lo llevaron, vivo lo queremos!
NI PERDÓN NI OLVIDO
JUICIO Y CASTIGO
H.I.J.O.S. MÉXICO
Nos faltan a todxs

|
|