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Juan Chávez Hoyos Nació y creció en Lagunillas, estado de Puebla, el 14 de febrero de 1958. Fue un niño muy estudioso. Le gustaba el deporte pero sobre todo pasar horas con otros niños en el río de su pueblo, que era muy grande. No había escuela ni clases para aprender a nadar pero solo lo logró cuando tenía 10 años. Se subía sobre grandes árboles de amate y desde allí se aventaba al río. A sus 14 años quiso aprender a usar el telégrafo. El jefe de la estación de su pueblo, quien lo quería mucho, accedió a enseñarle. Juan comenzó entonces a visitar la oficina cada día y en un año ya sabía usar perfectamente el aparato. Tanto que el jefe de estación comenzó a dejarlo solo para que se encargara de recibir la información y después le mandó a traer un telégrafo desde Monterrey para que pudiera seguir practicando en su casa. Cuando Juan terminó la secundaria, el jefe de estación y el jefe de otra estación en un pueblo vecino fueron sus padrinos. Lo respaldaron para que realizara un curso que lo acreditara como telegrafista a los 18 años, querían que fuera el siguiente encargado. Sin embargo, en ese mismo tiempo, un amigo invitó a Juan a que juntos fueran a estudiar a la Ciudad de México, a la casa de los estudiantes poblanos. Sus padres le dieron permiso de migrar y allá fue, aunque uno de sus hermanos insistía en que se quedara en el pueblo, con un oficio ya seguro. Al llegar a la capital del país, Juan no alcanzó cupo para rendir examen en la UNAM y se inscribió en la Normal Popular, donde cursó un año. Después ingresó al Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Vallejo y en las vacaciones, en lugar de descansar, trabajaba como obrero. Durante esos años, mientras estudiaba el CCH y vivía en la casa del estudiante de Puebla, participó de actividades para exigir al gobierno les garantizara hospedaje y alimentación porque, decían, ‘somos hijos de campesinos, nuestros padres no nos pueden dar la posibilidad de estar en la ciudad de México, pagar renta para irnos a vivir a un cuarto, no tenemos para pagar nuestra alimentación’. Juan siempre se identificó en el grupo de hijos de obreros y campesinos, fue activo partícipe en las luchas estudiantiles. Tenía apenas 20 años cuando se sumó además a la primera protesta de familiares de desaparecidos en la historia de México. Fue el 28 de agosto de 1978 en la Catedral Metropolitana, en el Distrito Federal. Era una huelga de hambre de madres y familiares de personas desaparecidas por razones políticas, muchas de ellas mujeres que luego conformaron el Comité ¡Eureka! Juan se sumó para apoyar, para expresar su respaldo a esa lucha entonces silenciada, negada y condenada por el poder y gran parte de la sociedad que fingía no ver lo que en el país ocurría desde 1969. Juan estudiaba durante el día y trabajaba por las noches. En 1978 era empleado de la Distribuidora General de Láminas y trabajaba en el turno de madrugada. La mañana del 8 de septiembre, al terminar su jornada laboral, tomó el camión que lo llevaba a la Casa del Estudiante de Puebla. Bajó del transporte público en la parada de cada día. Caminó hasta la esquina de Ricarte y Avenida 100 metros, donde lo interceptó un grupo de hombres vestidos de civil. Lo subieron a un automóvil sin placas y se lo llevaron, según relatos de testigos. Quienes se llevaron a Juan eran agentes de la Brigada Blanca, grupo paramilitar que actuaba por órdenes de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) dirigida por Miguel Nazar Haro. Familiares y compañeros de militancia lo denunciaron durante décadas, muchas veces ante miradas incrédulas de quienes siguen negando las desapariciones forzadas. Pero en el año 2001, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos ratificó la denuncia: según un parte oficial del 8 de septiembre de 1978, emitido por la Brigada Especial -nombre eufemístico que tenía el grupo paramilitar-, integrantes de esa banda de delincuentes detuvieron a Juan Chávez Hoyos a las 6 de la mañana. La CNDH “logró acreditar” que el estudiante fue víctima de detención arbitraria, retención e interrogatorios ilegales. El informe de la DFS detalla además que fue enviado al Campo Militar Número 1, donde “se elaboró su ficha signalética y se le tomó su declaración”, dice textual el documento. Aunque las autoridades no han dicho nada más desde entonces, aunque todo lo han negado, sabemos más gracias a personas que sobrevivieron a la cárcel ilegal que funcionaba en la instalación militar: -¿Quién eres? Yo me llamo Elda, tengo un mes aquí secuestrada- le dijo Elda Nevárez Flores en abril de 1979, en un instante de distracción de los captores mientras el muchacho cargaba una cubeta con agua. -Yo me llamo Juan Chávez Hoyos y tengo casi ocho meses aquí en el sótano. Fue lo único que alcanzaron a platicar Elda y Juan en las mazmorras, donde también lo vieron con vida otras personas que estuvieron allí desaparecidas: Armando y Laura Gaytán Saldívar, Bertha Alicia López García, Humberto Zazueta Aguilar, Domingo Estrada Ramírez y Rufino Guzmán González. Los valientes testimonios de sobrevivientes confirman y amplían la información que consta en documentos oficiales: Juan Chávez Hoyos fue secuestrado por agentes de la Brigada Blanca y trasladado al Campo Militar N.º 1 en septiembre de 1978. En abril de 1979 estaba vivo dentro en ese lugar. Se lo llevó el Estado Mexicano y no ha dicho qué ocurrió con él. Juan tenía 20 años cuando lo desaparecieron, tiene 40 años lejos de sus seres queridos. No olvidamos. ¡Vivo se lo llevaron, vivo lo queremos! NI PERDÓN NI OLVIDO JUICIO Y CASTIGO H.I.J.O.S. MÉXICO ![]() Nos faltan a todxs ![]() |
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