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Juan Carlos Mendoza Galoz Juan Carlos creció entre el centro del Distrito Federal y Ciudad Nezahualcóyotl, Estado de México. Fue un niño muy alegre que siempre participaba en los festivales escolares y disfrutaba de bailar. A veces algo travieso, porque seguido llamaban a su madre a la dirección de la escuela para reclamarle que se iba a jugar al patio o brincaba de banca en banca. Doña Esperanza discutía con los profesores, lo defendía y decía que su hijo era bueno, que no era grosero. Juanito, como le decían en su casa, nació el 27 de octubre de 1969 y fue el quinto hijo de los Mendoza Galóz, una familia humilde y en la cual los niños trabajaban por necesidad. Iban a las carnicerías “a darle a la paila chicharronera”, cosían ropa para bebé y vendían dulces aunque Juan Carlos no era muy bueno para el negocio, muchas veces regalaba los productos. Regresaba a la casa sin dinero pero sonriente, con la tranquilidad de quien hace lo que siente justo. Cuando viajaban a visitar a parientes en Cosamaloapan, Veracruz, Juan Carlos llevaba cordeles y anzuelos para pescar y aportar a la comida, para no generar gastos. También terminaba regalándole su ropa a sus primos porque ellos la necesitaban más que él. “Ser desprendido”, dar lo que se pueda a quien necesita, era uno de sus rasgos característicos, recuerda su familia utilizando una expresión que él repetía siempre. Juan Carlos Mendoza Gáloz cursó primaria y secundaria en la escuela Nicolás Bravo, en la capital. Después quiso estudiar para ser maestro y lo logró, cursó la carrera en la Normal número 7 de Ciudad Nezahualcóyotl. Sus compañeros de entonces lo recuerdan como un muchacho muy hábil para el basquetbol y líder entre sus pares, destacado por su formación intelectual e ideológica. En ese tiempo comenzó a tener una militancia política activa, lo cual nunca fue mal visto por sus familia. “Es muy responsable con lo que hace”, decía su mamá. Formó el grupo de poesía coral Genaro Vázquez Rojas, que se presentaba en colonias populares y barrios marginales del Valle de México, y a partir de allí su principal militancia fue entre el sindicalismo y el magisterio. En 1977 asesoró a varios Centros de Educación Básica para adultos y participó del movimiento urbano-magisterial que expropió cinco basureros de Ciudad Nezahualcóyotl para convertirlos en escuelas. Fue nombrado director de una de ellas, la escuela Niños Héroes en la colonia del Sol. Todas las tardes su madre le llevaba de comer. Ese movimiento de creación de primarias populares fue reprimido por el gobierno mexicano: varios de sus principales dirigentes fueron secuestrados y trasladados al Campo Militar número 1, donde fueron sometidos a torturas. Uno de ellos, conocido como Agustín, dirigente del Frente Popular Independiente, murió por un derrame cerebral días después de ser liberado. En 1978 formó parte del grupo de maestros y estudiantes que crearon la Coordinadora Regional de Centros de Educación Básica, que unía luchas del corredor Ecatepec-Nezahualcóyotl e incluía a destacados luchadores sociales como Misael Núñez Acosta, asesinado meses después por su participación en la democratización del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación. El clima político era complicado, la persecución y las desapariciones forzadas arreciaban. Algunos activistas optaron por integrarse a organizaciones que resistían desde la clandestinidad, Juan Carlos se sumó al Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR). En 1979 el grupo sufrió un duro golpe por parte del Ejército Mexicano la paramilitar Brigada Blanca, cuando asesinaron a dos de sus líderes nacionales, José Luis Martínez Pérez y Elín Santiago Muñoz, y comenzaron a perseguir a otros, entre ellos Juan Carlos. Se mudó a Michoacán por algunos meses y allá participó en la Unión Campesina Emiliano Zapata y en la creación de la Coordinadora Nacional Plan de Ayala. En 1980 regresó al Valle de México, a vivir en Ecatepec. Allá nació su hijo Juan Carlos, el día 7 de noviembre. Allá también siguió participando. Se sumó a la Coordinadora Obrera de Ecatepec y en 1981 fundó la escuela para trabajadores Maestro Rafael Ramírez, que promovía la educación abierta para adultos en la colonia Urbana Ixhuatepéc, Xalostoc. Fue parte activa del movimiento sindical que declaró una huelga en las fábricas Vidriera y Alumex, propiedad del poderoso Grupo Monterrey. Juan Carlos pasó la Nochebuena de 1981 con su familia. Sus hermanos lo llenaron de obsequios que cargó en su Volkswagen rojo y se despidió hasta el 4 de enero, cuando volverían a reunirse. Pero el 30 de diciembre fue detenido ilegalmente por un grupo de agentes de seguridad de cuatro corporaciones. Cerca de la Central Camionera del Norte, Juan Carlos Mendoza Galóz y el profesor Ezequiel Reyes Carrillo, que se encontraba con él, fueron secuestrados por agentes de Dirección General de Policía y Tránsito, entonces dirigida por Arturo Durazo Moreno; de la Dirección de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia, cuyo Titular era Francisco Sahagún Baca; de la Policía Judicial del Distrito Federal comandada por Jesús Miyazawa; y de la Dirección Federal de Seguridad, encabezada por Miguel Nazar Haro. El día siguiente se llevaron también a Austreberta Hilda Escobedo Ocaña, amiga y compañera de lucha de Juan Carlos. Cuatro meses más tarde, Ezequiel fue puesto en libertad. Austreberta Hilda y Juan Carlos continúan desaparecidos. Cuando se lo llevaron, Juan Carlos tenía 21 años y su hijo un año de nacido. Esperanza Galóz, que no sabía leer y nunca había abandonado las tareas del hogar, salió a buscarlo. Cuenta que era difícil moverse en la ciudad pero lo hacía porque “me parecía que en cualquier lugar, doblando la esquina, habría de encontrar a mi hijo, por eso veía con atención cada calle que fuera a cruzar”. Conoció la existencia del Comité ¡Eureka! y se sumó al grupo en 1982; junto a otras madres reclamó por los desaparecidos en cuanto lugar fue posible. La desaparición de Juan Carlos, dice, la hizo “nacer de nuevo aprendiendo a enfrentarme a la prepotencia de los voceros de los poderosos, a las burlas, a las represiones”. Juan Carlos Mendoza Herrera creció sin su papá, construyéndolo a partir de las memorias de su abuela y su madre, aprendiendo a caminar en medio de las protestas del Comité Eureka. Una vez, junto a su abuela planeaban realizar algunos arreglos en la casa. Querían cambiar el zaguán oxidado y rehacer la barda del frente, vieja y desgastada. Pero Esperanza pensó bien en las reformas y decidió que ya no las harían: “esta colonia ha cambiado mucho en los últimos años, si no he cambiado la fachada es porque, cuando Juanito vuelva podrá reconocer su casa que no ha cambiado desde que se fue”. Esperanza murió en noviembre de 2019 sin saber dónde está su hijo. Juan Carlos es matemático y maestro, igual que su padre eligió enseñar. Y también es papá de Carlos Elín, un niño que aún no conoce a su abuelo. No olvidamos. ¡Vivo se lo llevaron, vivo lo queremos! NI PERDÓN NI OLVIDO JUICIO Y CASTIGO H.I.J.O.S. MÉXICO ![]() Nos faltan a todxs ![]() |
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